La prudencia de los cambios

Dos de las consignas más repetitivas bajo las que se rigen los adolescentes, se basan en los cambios que debemos realizar en nuestra personalidad para ser mejores personas cada día. Si bien, sabemos que los adolescentes usan dichas frases a conveniencia para justificar sus errores, lo cierto es que ambas representan posturas contrarias acerca de lo bueno o malo que es cambiar algo de nosotros. Por un lado, encontramos el recurrente «Cambia por ti y no por los demás», concerniente al hecho de ser nosotros mismos, con todo y defectos. Por otro lado, está el «Uno no cambia, a uno lo cambian», el cual se refiere al hecho de que cambiamos porque las demás personas influyen en dicho cambio. Sin embargo, guiar nuestra vida por cualquiera de ellas es un craso error.

En un principio, ser nosotros mismos y cambiar solamente cuando lo consideremos necesario puede parecer bueno. Sin embargo, conforme lo seguimos haciendo, empieza a afectar nuestra vida en comunidad. A veces, en situaciones en las que sentimos que nuestra nobleza fue manipulada, tenemos la tendencia a cambiar nuestros valores por sus respectivos antivalores, con el fin de «hacernos respetar». Esto, sumado a que ignoramos la apreciación que tienen los demás de nosotros, puede provocar un giro de 180 grados e incluso más, una personalidad que mezcla lo mejor y lo peor que podemos dar de nosotros.

Ahora, cuando dejamos que otras personas influyan en nuestra personalidad, sin tomarnos el tiempo de reflexionarlo, cometemos el error de cambiar aspectos de nuestra personalidad para agradar a los demás, ya sea porque queremos ser como ellos, o porque queremos ser aceptados en un grupo específico. La mayoría de las actitudes que copiamos suelen ser negativas, lo cual nos termina transformando en algo que no somos. Y a partir de esto, cuando lleguen las críticas, así mismo llegarán las excusas convenientes: el siempre molesto «así soy», en el primer caso, y el «así me hizo la sociedad», en el segundo caso; ambos para justificar esos errores que sabemos que cometimos, pero negamos aceptar.

Y sí, suena cliché, pero como todo en la vida, hay que tener un equilibrio entre ambos conceptos. Por un lado, debemos ser conscientes de todo aquello que necesitamos cambiar para ser mejores personas. Por otro lado, aunque es bueno ignorar a quienes buscan cambiarnos para aceptarnos en su grupo o para su propio beneficio, también lo es atender las críticas constructivas de nuestras personas estrella, pues ellos solo buscan lo mejor para nuestras vidas. Solo es cuestión de ser prudente: saber cuándo debemos mantener un rasgo característico nuestro, saber cuándo hay que cambiarlo y saber escuchar a las personas correctas para que nos ayuden en ese proceso.

Por eso, sé cuidadoso cuando desees cambiar algo de ti, no permitas que las circunstancias te hagan cambiar lo bueno y mantener lo malo, rodéate de personas que quieran lo mejor para tu vida; porque, al fin y al cabo, cambiar no es dejar de ser uno mismo, pues siempre habrá algo que nos hará únicos entre las demás personas.

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