Confidencia exagerada

De todas las personas con las que nos relacionamos en nuestra vida, existen unas pocas con las cuales tenemos mayor cercanía, siendo esto de vital importancia para confiarles aspectos y situaciones de nuestra vida que a nadie más les confiaríamos. Estas personas son las que conocemos como confidentes. Como seres humanos que somos, nos es imposible estar solos sin que se nos presenten situaciones en las que la soledad sea un problema. Por ende, solemos contar nuestras problemáticas a determinadas personas, con el fin de que nos brinden su apoyo y, por qué no, su ayuda para solucionarlas.

Ahora, todos necesitamos apoyo en ciertas situaciones, es cierto, así como necesitaremos ayuda en algunas otras para darles solución; sin embargo, existen personas que llevan este concepto de confidencia al extremo. Si bien, tener un confidente no es malo, el problema aparece cuando una persona empieza a pedir ser escuchado de manera asidua, por lo cual resultamos conociendo su vida al derecho y al revés; o pidiendo ayuda por todo, incluso en situaciones que cualquiera de nosotros podríamos solucionar, por lo cual llegamos al punto en el que terminamos tomando decisiones por ellos.

Ahora, son diversas las razones por las cuales ocurre esto. En primer lugar, existen personas con una autoestima baja en demasía, que no se sienten lo suficientemente capaces para afrontar una situación o tomar una decisión respecto a la misma. Debido a esto, tienen a su confidente en un pedestal, pues es quien les ayuda en estas cuestiones, y es precisamente por esto que acuden a él de manera constante.

En segundo lugar, todo lo contrario a la razón anterior. Hay personas con una autoestima tan alta, que creen que viven en un drama digno de un Oscar que merece ser contado a alguien. En general, estas personas acuden a alguien para contar situaciones insulsas, de poco interés y problemas minúsculos por los que todos pasamos, y que precisamente por eso nos abstenemos de contarlos, pero que ellos creen que solo a ellos les pasa.

Finalmente, las personas vagas y aprovechadas, aquellas que se encargan de solucionar sus problemas más fáciles, para encargarle, valga la redundancia, los difíciles a alguien más. Cuando un problema fácil de resolver aparece, lo enfrentan, pues no les toma trabajo hacerlo; en cambio, cuando aparece algo más difícil, como un dilema o una situación que pueda cambiar su vida, prefieren acudir a un confidente, precisamente para ahorrarse el trabajo que les costaría tomar una decisión.

Si eres de las personas que acude a alguien por estas razones, dependiendo la que sea, aprende a solucionar tus problemas, date el valor que mereces, pero sin llegar al egocentrismo; si alguien acude a ti por lo mismo, sé ese consejero confidente que realmente necesita, demostrándole que está cometiendo un error, pero que aún está a tiempo de corregirlo; de todos modos, queda claro que estas razones son injustificadas, pues la vida es lo suficientemente valiosa como para prestarla o vivirla por alguien más.

Deja un comentario